El Currículo Nacional Base de Guatemala señala
que la evaluación tiene una función formativa, superando la función de
clasificación. La evaluación que se
limitaba a clasificar tenía como función latente identificar aquellos
estudiantes que habían “ganado” y “perdido”, es decir, quienes habían logrado
aprender algo y quienes no. Esto es muy
útil para una sociedad donde interesa diferenciar a las personas desde la
escuela para que luego fuera más sencillo en el mercado laboral seleccionar a
los “mejores”. La función manifiesta de este tipo de evaluación es la
reproducción y, en la mayoría de los casos, aumento de las desigualdades
sociales.
La evaluación que se limita a clasificar
usualmente se practica al final de proceso formativo y tiene como objetivo “medir”
cuanto han aprendido los estudiantes, para luego ubicar a cada uno en un listado,
cuadro de honor o ranking. Esta
evaluación tiene varios problemas. El primero es que no se vincula al
aprendizaje, únicamente busca identificar quien es quien y “felicitar” a los
que están en un grupo, y “regañar”, a los que están en el otro. El peso completo de la responsabilidad del
“no aprendizaje” recae únicamente en el alumno, e indirectamente en su familia
y el sistema educativo, ya que cada vez que un estudiante pierde un año, este
deberá repetir (se duplica el costo) o peor aún, las probabilidades de
abandonar la escuela aumentan (constituyéndose en un costo social mucho más
alto). Pero obviamente esto es funcional
para una educación que está al servicio del mercado.
La evaluación formativa no ignora ni suprime la
evaluación que permite clasificar. Se
coloca varios pasos adelante, ya que busca la construcción de la igualdad. En este sentido no busca generar grupos de
los malos, regulares, buenos y excelentes.
Lo que busca es que todos los estudiantes que asisten tengan el mismo
aprendizaje. Esto demanda que el
profesor clasifique, pero a partir de esa clasificación se realicen acciones
para fortalecer a los que les falta aprender un poco más para alcanzar a los
buenos y excelentes. Es decir, se utiliza la evaluación para reorientar las
acciones de enseñanza en el aula. Así la
escuela se constituye en un espacio de construcción de equidad y no uno que
contribuya a la desigualdad.
Por ello, es necesario superar prácticas como
la de repetir grados. Los estudiantes
deben de avanzar con el grupo, y los profesores deberían de garantizar que
todos los estudiantes en su grupo tengan un aprendizaje, más o menos, homogéneo
en los mejores niveles. “Que nadie se
quede atrás”, recitaría alguien por allí…
El repetir un año ha tenido resultados adversos
a los que se esperaría: conlleva una carga social y emocional muy fuerte sobre
el estudiante, cuando lo que se busca es darle la oportunidad de que aprenda
aquello que no logró asimilar o que quizás no le logró enseñar.
Para quienes proponen que repetir años es bueno
para el estudiante, tienen la hipótesis de que los estudiantes al cursar por
segunda o tercera vez un grado estarían aprendiendo al ritmo de los estudiantes del nuevo grupo. Quizás
algunos señalarán que le costará menos ya que está viendo por segunda vez lo
mismo. Pero esto no es lo que se observa
al comparar los grupos de aquellos estudiantes que están repitiendo primero
primaria y aquellos que lo están cursando por primera vez.
El estudio “¿Qué pasa en primer grado?”, que
utilizó una evaluación de lectoescritura en primer grado en una muestra de
escuelas en cuatro municipios de Totonicapán, realizado por el Programa de
Desarrollo Santiago (PRODESSA) en el año 2016,
evaluó las habilidades en lectoescritura en español y K’iche’ de los
estudiantes al finalizar primero primaria.
La evaluación contempla diferentes aspectos, pero aquí se toman
únicamente el de lectura de oraciones y el de escritura de palabras y frases. La base de datos tiene los resultados en cada
aspecto, como también la información de si el estudiante evaluado estaba
repitiendo primero primaria o no.
Los resultados en “lectura de oraciones”
presenta que los estudiantes que están repitiendo primero primaria tienen en
promedio 4.86 puntos y los que no están
repitiendo primero tienen 5.98 puntos en promedio. En la gráfica se puede observar la mediana,
los estudiantes que están repitiendo tiene una mediana de 6 y quienes no están
repitiendo tienen una mediana de 8 puntos. Quizás algún
lector perspicaz podría estar preguntándose si estos estudiantes
asistieron a preprimaria, y se encontró que el grupo de quienes repiten el 21%
no asistió y en el que no está repitiendo es el 16% que no asistió a la
preprimaria.
Si se observa la habilidad de escribir palabras
y frases, en una misma escala de 0 a 10 puntos, los estudiantes que no están
repitiendo primero primaria tienen en promedio 3.6 puntos, y los estudiantes
que están repitiendo primero primaria tienen en promedio de 2.5 puntos.
Estos datos permiten observar que obligar a los
estudiantes a repetir primero primaria no está representando realmente una forma de equiparar de las habilidades de lectura y escritura con el nuevo grupo. Lo que se está haciendo es que estos
estudiantes se enfrenten nuevamente a los mismos procesos, con los mismos
recursos, pero ahora con el estigma de ser alguien que repite. Procesos y recursos que ya demostraron no ser
los adecuados, o los necesarios, para que estos estudiantes lograran aprender
lo que se esperaba. Un estudiante que repite tiene una autoestima
golpeada, tiene el prejuicio de sus profesores y compañeros, tiene una mayor probabilidad
de abandonar la escuela y de entrar al mercado laboral estigmatizado porque se
clasificó como un perdedor.
El hecho de repetir un grado se puede observar a lo largo de todo el trayecto educativo en Guatemala. Si se observa el anuario estadístico del Ministerio
de Educación, para el año 2016 se puede observar que efectivamente en primero
primaria se da el mayor porcentaje de estudiantes no promovidos al siguiente
grado. Pero en los grados sucesivos a
primero primaria, si bien el porcentaje disminuye, sigue siendo importante.
También se tiene información de los estudiantes
que concluyen la secundaria, específicamente con los graduandos que son
evaluados al concluir todo el proceso formativo de la educación que tiene a su
cargo el Ministerio de Educación. Dentro
de la información de los estudiantes, se sabe si repitió algún grado de
primaria y qué grado fue el que repitió. El 27% de los graduandos del año 2016
reportaron haber repetido un grado, es decir 1 de cada 4. Los grados que reportaron haber repetido
fueron: 11% reportó haber repetido primero primaria, el 7% segundo primaria, el
6% tercero primaria, el 4% cuarto, el 2% quinto y el 1% sexto.
Siguiendo la defensa de repetir un año, con el
objetivo de que el estudiante nivele lo que no ha aprendido, deberíamos de
observar que quienes repitieron y los que no repitieron deberían estar
relativamente igual en sus habilidades.
En el caso de lectura se encontró que del total de graduandos, el 32%
alcanzaron el nivel esperado en lectura en lectura. Pero si dividimos en dos grupos- quienes
repitieron y no repitieron-, los datos varían un poco. El 40% de quienes reportaron no haber
repetido un año en primaria alcanzaron el nivel esperado en lectura. En
contraste, el 13% de quienes reportaron haber repetido un grado de primaria
alcanzaron el logro en lectura.
Siguiendo con los datos de los graduandos, se
encuentra que tanto los que asisten a la preprimaria como quienes que no
asistieron a la preprimaria, repiten algún grado de la primaria. Pero el porcentaje de quienes no asistieron a
la preprimaria y que repitieron un grado (36%) es mayor al porcentaje de
quienes si asisten a la preprimaria y repiten algún grado (25%). También se pueden comparar los datos de la
escolaridad de la madre y ver qué porcentaje de esos estudiantes repitió algún
grado en la primaria. Los resultados demuestran que una madre con poca
escolaridad se relaciona con el hecho de repetir el grado. Por ejemplo, del total de estudiantes cuyas
madres solo concluyeron la primaria, el 30% de los estudiantes repitió un grado
en primaria; pero del total de estudiantes cuyas madres concluyeron una
licenciatura en la universidad el 10% repitió el grado.
Estos datos permiten proponer que el hecho de
repetir un grado no está calificando únicamente el esfuerzo personal del
estudiante, sino que está calificando también a la familia y los recursos. Y, retomando que repetir un grado tiene
grandes costos para el estudiante, como también para las familias y el sistema
educativo, podría proponerse que es una política equivocada para atender un
problema de aprendizaje.
Pero el problema no es si hay que repetir o no
un grado. El problema es que los
estudiantes no están aprendiendo, y cualquiera de las opciones (repetir o no
repetir) implica una serie de recursos e insumos para atender ese problema (el
no aprendizaje), que son definidos a partir de la decisión misma y que
actualmente no se tienen en el aula.
Si se asume la política de repetir un grado,
debe de existir orientaciones para los docentes de cómo trabajar con un
estudiante que repite, cómo trabajar aspectos de autoestima y estrategias
específicas que le permitan aprender y minimizar los efectos negativos de
repetir. Quizás sea necesario tener recursos educativos diversos para explorar
diferentes procesos formativos, y finalmente para ello es necesario que los
profesores tengan números reducidos de estudiantes para atender esas
especificidades.
Si la política es la de no repetir y trabajar
una promoción automática, requerirá orientaciones y recursos para que los
profesores puedan trabajar para equiparar los aprendizajes, avanzando con el
grupo y apoyando con mayor intensidad a quienes requieren un mayor aprendizaje.
De la misma forma requerirá que los profesores tengan pocos estudiantes y que
los estudiantes tengan suficientes recursos para aprender.
Durante el siglo XX se desarrollaron diferentes
programas remediales o de refuerzo para asegurar el aprendizaje. Estos esfuerzos se
orientaban a partir de la política de repetir o no el grado. Si se asumía la promoción automática de un
grado a otro, se buscaba la forma de que el estudiante avanzara durante las
vacaciones, las escuelas de vacaciones y las guías de repaso para estudiar en
vacaciones supervisado por los padres o tutores, por citar algunos
ejemplos. Si se asumía que el estudiante
debería de irse a vacaciones con el nivel de aprendizaje alcanzado y poder ser
promovido, se desarrollaban esfuerzos durante el ciclo escolar, como trabajar
clases extras, guías de repaso o tutores.
En todas estas acciones hay una constante: un estudiante que no está aprendiendo
requiere más atención, más recursos y la claridad que el objetivo final es el
aprendizaje. Esto requiere un cambio de
paradigma educativo, quitar la idea de que la educación es un campo de
competencia y donde ganan los “mejores” y la evaluación la forma de determinarlo. Es necesario tener claro que la escuela primaria y la educación media es un espacio de construcción de la igualdad para el
ejercicio de la ciudadanía. Pero esto
último debe ser trabajando teniendo clara las especificidades de las diferentes
clases sociales presentes en Guatemala.