Es viernes y se observa, frente a la puerta de uno de los
colegios más prestigiosos de Guatemala, una fila de personas. Ya pasó la hora de entrada para los
estudiantes que iniciaron estudios a mediados de enero. Las personas de la fila son padres de niños que
en unos años iniciaran la vida escolar. Y
el colegio ha convocado para el sábado, a las nueve de la mañana, a los padres de
familia que están interesados en que sus hijos estudien en ese colegio para que se
inscriban en una lista. Quienes se
logren inscribir, ya que solo aceptan a 200 aspirantes, iniciaran el proceso de
selección un par de años después.
Las personas comentan que hace unas semanas salió publicado
un ranking de los mejores centros educativos, el cual se construyó a partir de
los resultados que obtuvieron los estudiantes graduandos del ciclo diversificado
(último año de la secundaria en Guatemala) en las pruebas estandarizadas que
realiza cada año el Ministerio de Educación.
Estos padres y madres están dispuestos a hacer fila por más de 24 horas como si fueran adolescentes que van a un concierto del cantante o
grupo musical favorito, situación que a algunos -que no tienen los recursos o
la disposición de dedicarlos a la educación de sus hijos- causa alguna
gracia.
Estos padres están preocupados por la educación de sus
hijos, y buscan el mejor lugar para que ellos aprendan. Esta preocupación se da porque dentro de su
imaginario esta la idea de que la mejor educación tendrá como consecuencia varias
cosas:
1) un mejor estatus, ya que no es lo mismo concluir el
bachillerato en el mejor colegio de la ciudad de Guatemala que un el colegio cualquiera
que nadie conoce y si lo conoce es por malo.
2) Un mejor capital social, ya que tendrá la oportunidad de
conocer a otras personas y seguro entre ellas habrán futuros políticos (as),
empresarias (os) o académicos (as) destacados del país. Como también tendrá la oportunidad de tener
amistades y noviazgos con personas que proceden de familias con las mismas
expectativas y con los mismos (o más altos) orígenes sociales.
3) Mejores oportunidades educativas postsecundaria, ya que
a las ofertas educativas universitarias a las que aspire le será más fácil ingresar
por el lugar donde estudió, ya que en ese lugar aprendió más (o se cree que lo
haya hecho). Y con ello asegurar una carrera profesional
exitosa.
Curiosamente estas consecuencias, entre otras, también benefician
a los padres de los niños. Ya que los
padres tendrán un estatus por el lugar donde sus hijos “han logrado” ingresar. Los padres tendrán la oportunidad de convivir
con los padres de los amigos de sus hijos, muy a menudo los que quieren
tener contacto con los padres de los compañeros de sus hijos son padres que
necesitan esos vínculos para ampliar su capital social. Y finalmente, con la carrera
exitosa, los padres logran la satisfacción de que sus hijos han mantenido o
mejorado en la posición social en la cual nacieron.
Ante esto se puede decir que estos padres de familia ven la
educación como una inversión, ya que los recursos (dinero, tiempo, etc.) que
están dedicando a la educación de sus hijos tendrán como consecuencia un
retorno. El ranking de colegios permite
que las personas puedan imaginar a futuro los retornos que pueden tener a
partir del lugar que ocupa el centro educativo en el cual están, o estarán,
estudiando sus hijos e hijas.
Hay que tener en cuenta que esta situación no se ve
exclusivamente en la ciudad de Guatemala, o en los establecimientos
privados. En el caso de las
instituciones públicas se encontrará que las familias con pocos recursos
disponibles para educación buscarán aquellas ofertas educativas donde no se
paga, pero ante la gran demanda los costos (dedicación de recursos como tiempo, dinero, etc.) para ingresar aumentan y los padres
están dispuestos a hacer grandes esfuerzos y dedicar los pocos recursos que tienen con tal de que sus hijos estudien y en el
futuro tengan mejores condiciones. La
diferencia central entre las familias que cuentan con recursos y las que no es
que un chico de familia con recursos que no logra entrar a uno de los colegios
de prestigio podrá asistir a otro no tan bueno, mientras un chico de una
familia sin recursos que no logra ingresar al centro educativo público tendrá
que interrumpir su trayectoria educativa.
En ambos casos queda una sensación de fracaso.
Esta situación permite observar que
en la actualidad la teoría del capital humano está presente en la sociedad
guatemalteca y que se ha mezclado con un individualismo tal donde la demanda de
una educación de calidad no es social, sino individual. La idea de que hay que invertir en educación
y buscar la mejor institución donde la inversión individual tendrá el mayor retorno
en el futuro, puede ser llamada una especulación educativa.