miércoles, 27 de junio de 2018

Repetir o no repetir un grado: algunos elementos para su discusión en Guatemala.


El Currículo Nacional Base de Guatemala señala que la evaluación tiene una función formativa, superando la función de clasificación.  La evaluación que se limitaba a clasificar tenía como función latente identificar aquellos estudiantes que habían “ganado” y “perdido”, es decir, quienes habían logrado aprender algo y quienes no.  Esto es muy útil para una sociedad donde interesa diferenciar a las personas desde la escuela para que luego fuera más sencillo en el mercado laboral seleccionar a los “mejores”. La función manifiesta de este tipo de evaluación es la reproducción y, en la mayoría de los casos, aumento de las desigualdades sociales.

La evaluación que se limita a clasificar usualmente se practica al final de proceso formativo y tiene como objetivo “medir” cuanto han aprendido los estudiantes, para luego ubicar a cada uno en un listado, cuadro de honor o ranking.  Esta evaluación tiene varios problemas. El primero es que no se vincula al aprendizaje, únicamente busca identificar quien es quien y “felicitar” a los que están en un grupo, y “regañar”, a los que están en el otro.  El peso completo de la responsabilidad del “no aprendizaje” recae únicamente en el alumno, e indirectamente en su familia y el sistema educativo, ya que cada vez que un estudiante pierde un año, este deberá repetir (se duplica el costo) o peor aún, las probabilidades de abandonar la escuela aumentan (constituyéndose en un costo social mucho más alto).  Pero obviamente esto es funcional para una educación que está al servicio del mercado.

La evaluación formativa no ignora ni suprime la evaluación que permite clasificar.  Se coloca varios pasos adelante, ya que busca la construcción de la igualdad.  En este sentido no busca generar grupos de los malos, regulares, buenos y excelentes.  Lo que busca es que todos los estudiantes que asisten tengan el mismo aprendizaje.  Esto demanda que el profesor clasifique, pero a partir de esa clasificación se realicen acciones para fortalecer a los que les falta aprender un poco más para alcanzar a los buenos y excelentes. Es decir, se utiliza la evaluación para reorientar las acciones de enseñanza en el aula.  Así la escuela se constituye en un espacio de construcción de equidad y no uno que contribuya a la desigualdad.

Por ello, es necesario superar prácticas como la de repetir grados.  Los estudiantes deben de avanzar con el grupo, y los profesores deberían de garantizar que todos los estudiantes en su grupo tengan un aprendizaje, más o menos, homogéneo en los mejores niveles.  “Que nadie se quede atrás”, recitaría alguien por allí…

El repetir un año ha tenido resultados adversos a los que se esperaría: conlleva una carga social y emocional muy fuerte sobre el estudiante, cuando lo que se busca es darle la oportunidad de que aprenda aquello que no logró asimilar o que quizás no le logró enseñar.
Para quienes proponen que repetir años es bueno para el estudiante, tienen la hipótesis de que los estudiantes al cursar por segunda o tercera vez un grado estarían aprendiendo  al ritmo de los estudiantes del nuevo grupo. Quizás algunos señalarán que le costará menos ya que está viendo por segunda vez lo mismo.  Pero esto no es lo que se observa al comparar los grupos de aquellos estudiantes que están repitiendo primero primaria y aquellos que lo están cursando por primera vez.

El estudio “¿Qué pasa en primer grado?”, que utilizó una evaluación de lectoescritura en primer grado en una muestra de escuelas en cuatro municipios de Totonicapán, realizado por el Programa de Desarrollo Santiago (PRODESSA) en el año 2016,  evaluó las habilidades en lectoescritura en español y K’iche’ de los estudiantes al finalizar primero primaria.  La evaluación contempla diferentes aspectos, pero aquí se toman únicamente el de lectura de oraciones y el de escritura de palabras y frases.  La base de datos tiene los resultados en cada aspecto, como también la información de si el estudiante evaluado estaba repitiendo primero primaria o no. 





Los resultados en “lectura de oraciones” presenta que los estudiantes que están repitiendo primero primaria tienen en promedio 4.86  puntos y los que no están repitiendo primero tienen 5.98 puntos en promedio.  En la gráfica se puede observar la mediana, los estudiantes que están repitiendo tiene una mediana de 6 y quienes no están repitiendo tienen una mediana de 8 puntos.  Quizás algún  lector perspicaz podría estar preguntándose si estos estudiantes asistieron a preprimaria, y se encontró que el grupo de quienes repiten el 21% no asistió y en el que no está repitiendo es el 16% que no asistió a la preprimaria.



Si se observa la habilidad de escribir palabras y frases, en una misma escala de 0 a 10 puntos, los estudiantes que no están repitiendo primero primaria tienen en promedio 3.6 puntos, y los estudiantes que están repitiendo primero primaria tienen en promedio de 2.5 puntos.  



Estos datos permiten observar que obligar a los estudiantes a repetir primero primaria no está representando realmente una forma de equiparar de las habilidades de lectura y escritura con el nuevo grupo.  Lo que se está haciendo es que estos estudiantes se enfrenten nuevamente a los mismos procesos, con los mismos recursos, pero ahora con el estigma de ser alguien que repite.  Procesos y recursos que ya demostraron no ser los adecuados, o los necesarios, para que estos estudiantes lograran aprender lo que se esperaba.   Un estudiante que repite tiene una autoestima golpeada, tiene el prejuicio de sus profesores y compañeros, tiene una mayor probabilidad de abandonar la escuela y de entrar al mercado laboral estigmatizado porque se clasificó como un perdedor. 

El hecho de repetir un grado se puede observar a lo largo de todo el trayecto educativo en Guatemala.  Si se observa el anuario estadístico del Ministerio de Educación, para el año 2016 se puede observar que efectivamente en primero primaria se da el mayor porcentaje de estudiantes no promovidos al siguiente grado.  Pero en los grados sucesivos a primero primaria, si bien el porcentaje disminuye, sigue siendo importante.  




También se tiene información de los estudiantes que concluyen la secundaria, específicamente con los graduandos que son evaluados al concluir todo el proceso formativo de la educación que tiene a su cargo el Ministerio de Educación.  Dentro de la información de los estudiantes, se sabe si repitió algún grado de primaria y qué grado fue el que repitió. El 27% de los graduandos del año 2016 reportaron haber repetido un grado, es decir 1 de cada 4.  Los grados que reportaron haber repetido fueron: 11% reportó haber repetido primero primaria, el 7% segundo primaria, el 6% tercero primaria, el 4% cuarto, el 2% quinto y el 1% sexto. 

Siguiendo la defensa de repetir un año, con el objetivo de que el estudiante nivele lo que no ha aprendido, deberíamos de observar que quienes repitieron y los que no repitieron deberían estar relativamente igual en sus habilidades.  En el caso de lectura se encontró que del total de graduandos, el 32% alcanzaron el nivel esperado en lectura en lectura.  Pero si dividimos en dos grupos- quienes repitieron y no repitieron-, los datos varían un poco.  El 40% de quienes reportaron no haber repetido un año en primaria alcanzaron el nivel esperado en lectura. En contraste, el 13% de quienes reportaron haber repetido un grado de primaria alcanzaron el logro en lectura.

Siguiendo con los datos de los graduandos, se encuentra que tanto los que asisten a la preprimaria como quienes que no asistieron a la preprimaria, repiten algún grado de la primaria.  Pero el porcentaje de quienes no asistieron a la preprimaria y que repitieron un grado (36%) es mayor al porcentaje de quienes si asisten a la preprimaria y repiten algún grado (25%).  También se pueden comparar los datos de la escolaridad de la madre y ver qué porcentaje de esos estudiantes repitió algún grado en la primaria. Los resultados demuestran que una madre con poca escolaridad se relaciona con el hecho de repetir el grado.  Por ejemplo, del total de estudiantes cuyas madres solo concluyeron la primaria, el 30% de los estudiantes repitió un grado en primaria; pero del total de estudiantes cuyas madres concluyeron una licenciatura en la universidad el 10% repitió el grado. 

Estos datos permiten proponer que el hecho de repetir un grado no está calificando únicamente el esfuerzo personal del estudiante, sino que está calificando también a la familia y los recursos.  Y, retomando que repetir un grado tiene grandes costos para el estudiante, como también para las familias y el sistema educativo, podría proponerse que es una política equivocada para atender un problema de aprendizaje.

Pero el problema no es si hay que repetir o no un grado.  El problema es que los estudiantes no están aprendiendo, y cualquiera de las opciones (repetir o no repetir) implica una serie de recursos e insumos para atender ese problema (el no aprendizaje), que son definidos a partir de la decisión misma y que actualmente no se tienen en el aula.

Si se asume la política de repetir un grado, debe de existir orientaciones para los docentes de cómo trabajar con un estudiante que repite, cómo trabajar aspectos de autoestima y estrategias específicas que le permitan aprender y minimizar los efectos negativos de repetir. Quizás sea necesario tener recursos educativos diversos para explorar diferentes procesos formativos, y finalmente para ello es necesario que los profesores tengan números reducidos de estudiantes para atender esas especificidades. 

Si la política es la de no repetir y trabajar una promoción automática, requerirá orientaciones y recursos para que los profesores puedan trabajar para equiparar los aprendizajes, avanzando con el grupo y apoyando con mayor intensidad a quienes requieren un mayor aprendizaje. De la misma forma requerirá que los profesores tengan pocos estudiantes y que los estudiantes tengan suficientes recursos para aprender. 

Durante el siglo XX se desarrollaron diferentes programas remediales o de refuerzo para asegurar el aprendizaje. Estos esfuerzos se orientaban a partir de la política de repetir o no el grado.  Si se asumía la promoción automática de un grado a otro, se buscaba la forma de que el estudiante avanzara durante las vacaciones, las escuelas de vacaciones y las guías de repaso para estudiar en vacaciones supervisado por los padres o tutores, por citar algunos ejemplos.  Si se asumía que el estudiante debería de irse a vacaciones con el nivel de aprendizaje alcanzado y poder ser promovido, se desarrollaban esfuerzos durante el ciclo escolar, como trabajar clases extras, guías de repaso o tutores. 

En todas estas acciones hay una constante: un estudiante que no está aprendiendo requiere más atención, más recursos y la claridad que el objetivo final es el aprendizaje.  Esto requiere un cambio de paradigma educativo, quitar la idea de que la educación es un campo de competencia y donde ganan los “mejores” y la evaluación la forma de determinarlo.  Es necesario tener claro que la escuela primaria y la educación media es un espacio de construcción de la igualdad para el ejercicio de la ciudadanía.  Pero esto último debe ser trabajando teniendo clara las especificidades de las diferentes clases sociales presentes en Guatemala.